Hace
una semanas, los auriculares de mi móvil fallaron y deje de hacer el camino al
trabajo escuchando música, y me ha sorprendido de todas las cosas que he vuelto
a ver y escuchar.
Y
le encontré sentido a una frase a la que no le veía mucho significado “el que
tenga ojos para ver que vea, y el que tenga oídos para escuchar que escuche”.
Al oírla siempre pensé, pues obvio para qué se van a utilizar los ojos y los oídos.
Al estar estas semanas sin auriculares, he vuelto a disfrutar de todas esas
cosas que antes veía y escuchaba.
He
saludado a personas al cruzármelas, he ido disfrutando de cada escena que me
encontraba a mi paso, he conocido a personas en el autobús, me he reído del arte
que tiene la gente al hablar, he sido consciente de las necesidades de los que
entraban en el bus, he disfrutado del encuentro con compañeras de trabajo y he
cantado en la calle sin música.
He
disfrutado del trayecto en definitiva, no digo que no compraré otros auriculares,
pero sí que restringiré su uso, en los lugares donde tenga a personas próximas.
No quiero perderme este tipo de experiencias, que últimamente ya había
olvidado: reír con el arte de la gente, conocer a gente nueva, aprender de lo
que me rodea, encontrar oportunidades, disfrutar del paisaje, estudiar
comportamientos humanos, y sorprenderme maravillosamente con los pequeños
detalles.
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