En
1948 el gobierno de Stalin decidió
bloquear todos los accesos a Berlín dejando toda la ciudad sin suministros,
alimentos o materias primas para poder sobrevivir. Ello hizo que los aliados
occidentales tuviesen que idear un modo de abastecer la ciudad y crearon la “Operación
Vittles” que consistía en enviar todos los suministros por vía aérea hasta el
aeropuerto de Tempelhof.
Ese puente aéreo duró 11 meses, durante los
cuales se realizaron 300.000 vuelos (cada tres minutos un avión llegaba o
despegaba) y se transportaron más de 2,3 millones de toneladas de alimentos y
combustibles. Y 78 de esos pilotos dieron su vida en esa misión.
Un joven oficial que participó en esa
operación, Gail Halvorsen después de realizar uno de esos vuelos, se acercó a
una verja donde había algunos niños para hablar con ellos. Al irse sacó de su
bolsillo dos chicles, y los partió en cuatro pedazos y se los dio a los niños.
Le sorprendió como ellos se los pasaban entre ellos, incluso el papel para
poder olerlo y con eso solo se mostraban alegres y agradecidos. El les prometió
que al día siguiente les traería más, uno de ellos le preguntó cómo le
reconocerían entre tantos aviones, él les respondió que haría moverse las alas,
gesto por el que se le llegó a conocer como ”Uncle
Wiggly Wings”.
Estuvo
pensando en cómo hacerlo, ya que a esa velocidad y altura podía herir a alguno
si les tiraba el chocolate sin más, y se le ocurrió realizar pequeños paracaídas
con un pañuelo y unas cuerdas. Convenció a sus compañeros para que les donaran
sus raciones de dulces y así empezó todo.
Un
día una de esas tabletas de chocolate cayó encima de un periodista que escribió
un artículo sobre esto, incluyendo una foto de su avión lanzando los paracaídas.
Esta foto le puso en serías dificultades, ya que él sabía que lo que estaba
haciendo no estaba permitido y pensó que incluso podrían formarle un consejo de
guerra por ello. Pero al contárselo al general William Tunner este le felicitó
y se creó una nueva operación conocida como “Little Vittles” donde participaron
como voluntarios más de 25 pilotos repartiendo más de 23 toneladas de
chocolates, chicles y caramelos a todo Berlín Oeste.
Gail Halvorsen consiguió dar esperanza de
aquellos niños en esos tiempos difíciles, y dio una nueva percepción al sonido
de los aviones en esas zonas que habían sido tan castigadas por la guerra.
Como su padre le decía de las pequeñas cosas
provienen las grandes, y un pequeño gesto en su trabajo supuso un gran
beneficio para esos niños y para su empresa.
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