domingo, 8 de noviembre de 2015

Los bombarderos de dulces y el ”Uncle Wiggly Wings”

En 1948  el gobierno de Stalin decidió bloquear todos los accesos a Berlín dejando toda la ciudad sin suministros, alimentos o materias primas para poder sobrevivir. Ello hizo que los aliados occidentales tuviesen que idear un modo de abastecer la ciudad y crearon la “Operación Vittles” que consistía en enviar todos los suministros por vía aérea hasta el aeropuerto de Tempelhof.
Ese puente aéreo duró 11 meses, durante los cuales se realizaron 300.000 vuelos (cada tres minutos un avión llegaba o despegaba) y se transportaron más de 2,3 millones de toneladas de alimentos y combustibles. Y 78 de esos pilotos dieron su vida en esa misión.
Un joven oficial que participó en esa operación, Gail Halvorsen después de realizar uno de esos vuelos, se acercó a una verja donde había algunos niños para hablar con ellos. Al irse sacó de su bolsillo dos chicles, y los partió en cuatro pedazos y se los dio a los niños. Le sorprendió como ellos se los pasaban entre ellos, incluso el papel para poder olerlo y con eso solo se mostraban alegres y agradecidos. El les prometió que al día siguiente les traería más, uno de ellos le preguntó cómo le reconocerían entre tantos aviones, él les respondió que haría moverse las alas, gesto por el que se le llegó a conocer como ”Uncle Wiggly Wings”.
Estuvo pensando en cómo hacerlo, ya que a esa velocidad y altura podía herir a alguno si les tiraba el chocolate sin más, y se le ocurrió realizar pequeños paracaídas con un pañuelo y unas cuerdas. Convenció a sus compañeros para que les donaran sus raciones de dulces y así empezó todo.

Un día una de esas tabletas de chocolate cayó encima de un periodista que escribió un artículo sobre esto, incluyendo una foto de su avión lanzando los paracaídas. Esta foto le puso en serías dificultades, ya que él sabía que lo que estaba haciendo no estaba permitido y pensó que incluso podrían formarle un consejo de guerra por ello. Pero al contárselo al general William Tunner este le felicitó y se creó una nueva operación conocida como “Little Vittles” donde participaron como voluntarios más de 25 pilotos repartiendo más de 23 toneladas de chocolates, chicles y caramelos a todo Berlín Oeste.

Gail Halvorsen consiguió dar esperanza de aquellos niños en esos tiempos difíciles, y dio una nueva percepción al sonido de los aviones en esas zonas que habían sido tan castigadas por la guerra.

Como su padre le decía de las pequeñas cosas provienen las grandes, y un pequeño gesto en su trabajo supuso un gran beneficio para esos niños y para su empresa. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Disfrutar del trayecto


Hace una semanas, los auriculares de mi móvil fallaron y deje de hacer el camino al trabajo escuchando música, y me ha sorprendido de todas las cosas que he vuelto a ver y escuchar.

Y le encontré sentido a una frase a la que no le veía mucho significado “el que tenga ojos para ver que vea, y el que tenga oídos para escuchar que escuche”. Al oírla siempre pensé, pues obvio para qué se van a utilizar los ojos y los oídos. Al estar estas semanas sin auriculares, he vuelto a disfrutar de todas esas cosas que antes veía y escuchaba.

He saludado a personas al cruzármelas, he ido disfrutando de cada escena que me encontraba a mi paso, he conocido a personas en el autobús, me he reído del arte que tiene la gente al hablar, he sido consciente de las necesidades de los que entraban en el bus, he disfrutado del encuentro con compañeras de trabajo y he cantado en la calle sin música.


He disfrutado del trayecto en definitiva, no digo que no compraré otros auriculares, pero sí que restringiré su uso, en los lugares donde tenga a personas próximas. No quiero perderme este tipo de experiencias, que últimamente ya había olvidado: reír con el arte de la gente, conocer a gente nueva, aprender de lo que me rodea, encontrar oportunidades, disfrutar del paisaje, estudiar comportamientos humanos, y sorprenderme maravillosamente con los pequeños detalles.