jueves, 27 de octubre de 2016

Mi maestra, mi mentora


Empecé a leer tus libros antes de conocerte. Yo acababa de iniciar mi andadura como profesora en el sector medioambiental, y tú eras quién coordinaba aquellos contenidos. Apenas había salido de la universidad, y cuando fui a la primera conferencia donde por fin pude escucharte en persona por primera vez me quede fascinada. No era solo el conocimiento que emanabas de tus escritos que yo ya conocía, sino la pasión y la habilidad pedagógica con la que lo contabas, lo que hacía que fuese siempre el mejor de los planes: escucharte hablar.

Pasó el tiempo, y la vida me llevo a dirigir aquel Instituto sin que yo me lo hubiese podido imaginar. Y nuestro contacto aumentó, comentábamos juntas los contenidos, me tenías al teléfono en mis vacaciones y allí estaba organizando aquellas conferencias a nivel nacional, y alguna en Latinoamérica, donde tú eras siempre la estrella. Todos nuestros alumnos compartían mi admiración y nunca les parecía suficiente las horas que incluíamos en esas conferencias. Todavía sigo recordando tú capacidad para transmitir tus grandes conocimientos, daba lo mismo quién estuviese escuchando en una de tus conferencias, si expertos profesionales, o las azafatas que atendían las necesidades de la sala, todos salíamos con la misma comprensión y con la sensación de que habías hablado muy poco, a pesar de que llevásemos tres horas seguidas escuchándote.

María Teresa Estevan Bolea, ese es tu nombre,  eres la quinta mujer licenciada en España en Ingeniería Industrial y la primera mujer que entró a formar parte del  cuerpo de Ingenieros del Estado y algo que siempre dejaba un poco asombrados a quienes te conocían eres Diplomada en Alta Especialización en Soldadura e Ingeniería Ambiental. ¡En el mundo profesional has sido todo lo que se puede ser¡.  Una mujer que se formó y trabajó en un sector donde no se acostumbraba a ver mujeres. Quienes  habían tenido la oportunidad de verte trabajar decían que eras una mujer acostumbrada a romper moldes y yo estoy de acuerdo.

Pasados los años y finalizada mi etapa profesional de la formación medioambiental, me llamaste a casa para que por fin me fuese a trabajar a tu lado, en esta ocasión en la Comisión Nacional de Energía (CNE) como tu asesora. Cuando me diste esa oportunidad, siempre tuve la sensación de que tu no me necesitabas, porque tu podías con todo, y procuraba a veces hacer muy poco ruido para que no te dieses cuenta de que no tenía sentido tenerme como tu asesora. Así de pequeñita me sentía siempre que estaba a tu lado, a pesar de que tú me tratabas con el respeto de tener junto a ti a una gran profesional. Y yo te miraba y te miro como el niño al que le ponen el superhéroe a su lado, pensando todo el tiempo:  ¡Que suerte la mía de poder aprender tantas cosas a tu lado¡.

En esos niveles es difícil encontrar personas que mientras caminan traten por igual al portero de la entrada como al presidente de una institución, y tu eres una de ellas. A mí se me henchía el pecho de orgullo cuando alguna persona venía y me decía: “ Tu jefa es diferente, siempre saluda, pregunta por la familia, se acuerda de nuestros nombres”. Y no es que hayas sido muy dicharachera, tú dirías que simplemente aragonesa.

Pero esa amabilidad convivía con esa mujer firme, con mano de hierro como algunos decían al verte dirigir, sabías lo que querías, sabías que tú eras la responsable y te gustaban las cosas bien hechas, y pobres de quienes no estuviésemos dispuestos a trabajar con ese rigor. Y si en algún momento algo no te gustaba, te salía esa vena de escorpio que decía yo,  que te hacía saber que íbamos a escucharte bien escuchada. Alguna charla de esas también recibí jajaja.

Cuando apenas llevaba unos meses en la CNE, te ofrecieron ser Presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Me llamaste a tu despacho y me preguntaste que si me iba contigo a tu Gabinete y yo te dije que sí. Al llegar a mi despacho, pensé que ni siquiera te había preguntado que iba a hacer allí. Así era trabajar a tu lado, todos estábamos dispuestos a ir donde tu fueses.

Fueron unos años de una intensidad brutal, en un mundo que tenía una percepción social negativa y haciéndome cargo de la comunicación. Tú me dijiste, hay trabajos que son como un pequeño curso, pero este será como un intenso máster, y lo fue.

Allí estaba sentada en reuniones técnicas mirándote como dominabas estos temas como nadie. Algunos pensaban que tú no te ibas a leer todo lo que te mandaban, pero si lo hacías y personalmente, no importa lo que fuese, y luego le ponías todas las objeciones, preguntas o felicitaciones necesarias. Desde fuera se te podía ver como dijeron en un artículo que escribió un periodista de ti, como una madre por lo delicada y femenina, pero cuando hablabas salía esa ingeniera aragonesa.

Recuerdo en una ocasión a altos mandos militares invitados a un simulacro, que al finalizar y acompañarles me dijeron, que les parecía increíble ver a una mujer tan femenina dirigiendo con ese conocimiento y firmeza que no habían visto nunca  ni en su mundo profesional. Una mujer que era capaz de sacar su barra de labios roja para retocarse, si una reunión se alargaba, porque esa femineidad acompañaba a esa firmeza al trabajar.

Pasaban los años, y yo pensaba que alguien en algún momento te pondría en un apuro al preguntarte de algo que tú no supieras, pero no llegue a presenciar ese momento. Me preguntaba como podías saber de tantos temas con esa profundidad y un día me dijiste sonriendo “yo sigo manteniendo mi pasión por aprender y por eso estudio en casa una hora diaria además de lo que tengo que leer de mi trabajo”.

Y no dejaba de reírme al ver las caras de asombro que ponían las personas cuando al finalizar cada intervención, no importa donde la dieses (empresas, desayunos de empresarios, congreso, senado, etc.),  siempre recordabas el valor de la familia y el de cuidar de nuestros mayores. Cuando conociste a mi madre le dijiste cuanta admiración te causaba el trabajo que ella había hecho en su casa al decidir criar a sus hijos. Ella nunca ha olvidado aquella cena, ni mi padre, que desde aquel día se quedaron también incluidos en tu club de fans.

De ti aprendí a no asustarme al trabajar en sectores tan diferentes, porque como tú dices “la creatividad y el usar la cabeza constantemente para resolver problemas es la base de la profesión”. Así que de ti surgió mi frase de que “cualquier trabajo consiste en resolver problemas”. Y también la de  “que en este mundo cambiante, la puesta al día tiene que ser constante”.

Una vez te dije muy frustrada:” ¡Chiquitilla, cada vez tengo la sensación de que se menos¡”, y me respondiste: " Querida, eso es síntoma de que ya vas sabiendo muchas cosas".

Y no has dejado de trabajar, a pesar de que te dijesen que con tus años, ya era hora de descansar. Porque tu pasión y tu experiencia  no podían desperdiciarse,  y sigues aportando tu saber al mundo profesional del medioambiente y las energías.

En privado te  lo he dicho muchas veces, pero no sé si públicamente te lo he dicho tanto como  te mereces, por eso hoy te digo: “Mi querida "maestra" has sido, eres y serás siempre para mí una de mis heroínas favoritas.”

 ¡María Teresa Estevan Bolea gracias por existir¡