martes, 10 de junio de 2014

Cuando un favor se confunde con una obligación




Una amiga mía me contaba algo que le había pasado con sus hijos, que se me hizo familiar con lo que nos ocurre a menudo en nuestra vida personal y laboral. Cuando después de hacer repetidas veces un favor, nos lo terminan demandando como si fuese algo a lo que estamos obligados. E incluso el día en que no podemos o no nos apetece hacerlo se nos castiga por ello.

Ella solía llevar el desayuno a sus hijos los días de fiesta a su habitación, durante años lo había hecho y un domingo de pronto sus hijos le reclamaron que qué pasaba con el desayuno que se estaba demorando. En esos momentos ella les dijo: “No lo habéis entendido yo hacía esto porque me gustaba, era un favor, aunque suponía un esfuerzo a mí,  me gustaba hacerlo, pero vosotros habéis supuesto que es una obligación que tengo como madre y me lo estáis exigiendo y en esta apreciación estáis completamente equivocados.  Así que a partir de este momento como no habéis sabido apreciar el detalle dejare de hacerlo. 

A mi esta anécdota se me antojó como una moraleja de la vida. Cuantas veces en el trabajo dentro del equipo tenemos a alguien que siempre hace su trabajo y cualquier esfuerzo adicional que sea necesario y otros que no hacen ni siquiera lo que deben. Cuando tenemos algo urgente y adicional que hacer nos dirigimos al trabajador diligente y le pedimos que se encargue de esta asignación confiados en que dirá que sí. Y eso sucede una y otra vez. Ninguna de esas ocasiones nos vamos a los otros trabajadores a pedirles que lo hagan, ni siquiera cuando la asignación sea en parte una consecuencia de no realizar sus labores cotidianas a tiempo. Y así vamos sobrecargando a aquellos con los que siempre se puede contar. Hasta que llega el día en que ya no pueden más, están extenuados, el trabajo excede sus fuerzas y en ese momento cuando estallan , lo único que se nos ocurre es echarle una charla diciéndoles lo importante que era que hicieran este trabajo y peleándoles por no hacer lo que no forma parte de su trabajo y en muchas ocasiones lo que forma parte de las funciones de sus compañeros.

Quemamos a los buenos y dispuestos trabajadores, porque con nuestra actuación no corregimos en el momento a quienes no están haciendo bien su trabajo.

Toda una vida laboral haciendo favores a los que no estás obligado por contrato y de pronto eres el que llevas la pelea.

Por supuesto que si buscamos el origen de esta situación no deseada, tendremos culpa por no saber decir que no, en algunas ocasiones a los favores que se nos piden y sin lugar a dudas estaremos perdiendo la visión de lo que es un favor, cuando se los demandamos a los que nos rodean como si fuesen una obligación.

El secreto tal vez es recordar que algo que no forme parte de nuestras obligaciones establecidas en un contrato es una labor extra, un “favor” y que por mucho que se repita un favor no se convierte en una obligación. Cuando alguien nos hace un favor se le agradece, cuando alguien no nos lo hace, recordamos que nadie está obligado a hacer favores, así que tan agradecidos.

jueves, 5 de junio de 2014

Motivadores





La palabra motivación etimológicamente une palabras de movimiento, acción y efecto y esto no deja de ser curioso. Muchas veces confundimos más esta palabra con deseo que con acción. Y no deja de ser un sentimiento pero uno de certeza, de acción de no parar hasta conseguirlo. Es justamente la causa que nos lleva al movimiento, es lo que nos provoca actuar.

¿Y que es un motivador? Yo lo definiría como aquella persona que sabe sacar lo mejor de los que los rodean.

Muchas veces hablamos de cómo ha cambiado una persona, generalmente a mal, y decimos: “él antes no era así”. Pero ¿es esto cierto? Todos nosotros tenemos un lado maravilloso y un lado un poco más oscuro. Cuando llevamos toda la vida sacando más cualidades del maravilloso y de pronto sacamos en batería a pasear nuestro lado oscuro, y es a raíz de tener en nuestra vida a alguien nuevo (jefe, compañero, amigo, padre, pareja, etc), todos piensan que esa persona te hace ser lo que no eres. Pero en el fondo también somos eso, ¿entonces qué papel tienen esas personas? Pues tienen el merito de hacernos actuar con nuestro “reverso tenebroso”. Y es que nadie nos cambia, pero si nos ayudan a potenciar y a desarrollar unas u otras facetas de nuestra personalidad o de nuestras capacidades.

Igualmente hay ocasiones en que ves a alguien con quien no teníamos mucha sintonía, como después de tener a alguien nuevo en su vida, se convierte en alguien que nos parece fascinante. Y ese tipo de personas son los que yo llamo motivadores, son aquellas personas que causan en ti deseos de ser mejor, de innovar, de proactuar, de ir más allá de tus límites, de desarrollar tu creatividad y de trabajar más allá de tus obligaciones.

Tener un jefe o mando intermedio con esa cualidad es lo mejor que le puede pasar a una empresa. Ese equipo será capaz de sacar adelante cualquier proyecto y tendrá garantizada la fidelidad a la empresa de todo su equipo humano.

Me ha ocurrido tener compañeros que decían que era la primera vez que sentían que les daba pena irse del trabajo, que echaban de menos la oficina, que llegaban el lunes con mil ideas nuevas para aportar y todo eso había sido producto del ambiente y motivación que inspiraba la persona con la que trabajaban.

Un motivador crea un buen ambiente, los compañeros, los empleados y los clientes quieren estar al 100% en sus asignaciones. Es el departamento donde todos quieren trabajar, es la empresa con la que cualquier cliente quiere tener relación, son los compañeros que todos se rifan.

Te inspira, te motiva, te hace sentir que eres una parte esencial en el proyecto a realizar y te hace descubrir capacidades que no sabías que tenías, te carga las pilas cuando te sientes vencido, te formula preguntas que te hacen descubrir nuevos caminos, te enseña en cosas que los temas que necesitas y terminas viendo como se materializan trabajos que no te creías capaz de terminar.

¿Se nace o se aprende? Es cierto que hay personas que tienen esa cualidad natural, que son los líderes naturales y quizás no se puede llegar a tener totalmente ese magnetismo y empatía, pero sin lugar a dudas la mayoría de las funciones de un motivador se pueden aprender.

Por eso cuando te toque contratar, pon un motivador en tu vida, cuando tengas que elegir amigos, quédate con los que te motivan, cuando elijas una pareja que sea alguien que saque lo mejor de ti, si actúas como padre no olvides que será tu mejor cualidad y si tienes uno entre tus compañeros de trabajo, no te alejes que él. En resumen: ¡¡¡rodéate de motivadores¡¡¡¡ y ¡¡se un motivador¡¡.