Si
tuviera que definir los buenos modales, diría que son las normas de cortesía o
educación que sirven para mostrar respeto a las personas que nos rodean y que
facilitan la convivencia con los demás.
Desde
pequeños, en nuestra familia nos enseñaban a decir gracias cuando alguien nos
daba algo, a pedir por favor las cosas, a no comer con la boca abierta, a hablarles
con respeto a las personas, a no utilizar palabras ofensivas hacia otros, a no
interrumpir una conversación, etc. Eran en los hogares donde se realizaba la mayor
parte de esa labor, no había ninguna asignatura en los colegios donde se nos
dijese que era necesario asearnos e ir limpios cada día, eran nuestras madres
las que nos enseñaban a peinarnos, lavarnos y salir adecuadamente a cada lugar.
Hoy
en día tal vez, se ha relajado esa labor en muchas familias, y algo que era
obvio porque aprendías de pequeño, no resulta tan natural hoy en algunos casos.
Hace
algunos años hablando con un directivo de recursos humanos, nos decía que se
estaban pensando en incluir dentro de los cursos de formación a sus empleados este
tema, porque se había encontrando con grandes problemas cuando sus empleados
tenían que relacionarse con clientes o dentro de equipos con otros compañeros.
Hasta
este momento solo habían incluido en algunos niveles cursos de protocolo, para
determinados colectivos que necesitaban añadir algo más de etiqueta a algún
evento, pero en ningún caso se habían planteado temas tan básicos como lo que
nuestras madres decían de “ser educado”.
A lo
largo de mi vida profesional he ido meditando mucho sobre esa necesidad, porque
en numerosas ocasiones he notado la falta de esas normas de educación. Por
ejemplo he tenido varios casos en que he debido afrontar temas tan delicados
como hablar con alguien de mi equipo sobre
su higiene personal o algo tan básico como recordar que es necesario peinarse
todos los días si en algún momento se tiene que tratar con clientes ( ni que
decir tiene que para tratar con compañeros de trabajo). Y son de esos momentos en que uno preferiría que
te tragase la tierra para no tener esa conversación. Aunque solo tienes dos
opciones viables o tienes esa charla o compras las mascarillas de gas para
sobrevivir a las reuniones.
También
he presenciado el trato de algunos responsables a los que mi madre sin lugar a
dudas les hubiese castigado el resto de sus vidas por el trato otorgado a las
personas de su equipo, por ejemplo: pelear a una persona delante de todos sus
compañeros degradándolo con sus palabras, tener en su despacho esperando a un
empleado mientras esa persona atiende una llamada personal durante más de 15
minutos olvidándose que le tiene allí de pie frente a él, no reconocerle a equipo
el trabajo por el que él ha recibido el reconocimiento de sus jefes, etc.
Quién
de nosotros no ha estado en una reunión escuchando al ponente, y ha mirado
alrededor y ha visto a la mitad de los presentes jugando con el móvil. O quién
de nosotros no ha entrado en un lugar diciendo buenos días y no ha recibido ni
una contestación. Y yo tengo que confesar que un día conté con cuantas personas
me encontraba desde que entraba, subía en el ascensor, caminaba por los
pasillos y llegaba a mi despacho y fueron 22 y de ellos solo dos personas
respondieron a mis buenos días.
En
fin, sería muy largo de enumerar las muchas ocasiones vividas, en despachos
compartidos, atención al cliente, reuniones de trabajo, ascensores, comidas,
etc. donde he deseado que mi empresa impartiese esos cursos.
Tal
vez antes no eran necesarios, porque las familias estaban realizando esa labor,
pero está visto que hoy en nuestros días, es algo que se ha descuidado en el
entorno del hogar. Y puede que pensemos que deba ser una asignatura básica en
el colegio mientras las familias retoman esa labor.
Pero
está claro que mientras y por el buen funcionamiento de la empresa, tendrá que
asumirse dentro de la planificación de los cursos que se realicen. O eso, o que pidan prestadas unas cuantas
madres de las de siempre y se las dejen un par de semanas en cada departamento.