En la
mayoría de las ocasiones estamos demasiado ocupados tratando de encontrar el
producto que nos llevará al éxito, pero no sé si insistimos de igual modo en
descubrir nuevos usos para los productos que conocemos ya.
Pensemos
en la toxina botulínica, que es una
sustancia generada por una bacteria que se llama Clostridium Boltulinum, Fue en
1820 y después que murieran varias personas al consumir salchichas alemanas, cuando
el Dr. Justinus Kerner realizó varias pruebas y descubrió que el botulismo era
la causa de estas muertes. También encontró una variedad de síntomas que se han
vinculado al botulismo, incluyendo parálisis, caída de los párpados y la
insuficiencia respiratoria.
Pero
no fue hasta el 1950, cuando otros doctores descubrieron la forma de
purificarla y diluirla para poderla inyectar y de ese modo poder paralizar
temporalmente un músculo específico. Un año después se empezaron a realizar
experimentos en tratamientos de los espasmos musculares y el estrabismo.
En
1987, y de forma totalmente accidental la doctora Jean Carruthers,
descubrió el uso estético que tiene hoy en día, al observar que el
paciente que estaba tratando para evitar la contracción del parpado, mostraba
un aspecto más joven, al desaparecerle las arrugas del entrecejo y las patas de
gallo.
Durante las próximas décadas, esta droga ha sido
ampliamente conocida como un tratamiento para las arrugas y pliegues, sobre
todo en la cara. Muchas personas se han beneficiado de la posibilidad de reducir
la edad que aparentan su rostros al envejecer.
Hoy en día, el botox como lo conocemos, además de usarlo en la medicina estética,
se utiliza para el tratamiento de la
distonía cervical, para sanar diversos problemas del musculo del ojo, para la
sudoración excesiva de las axilas y para evitar dolores de cabeza en adultos
con migraña crónica.
Era
solo una bacteria que había matado a unas personas, pero observando sus efectos,
se pudo ver que en pequeñas dosis paralizaba los músculos, y de aquí a su uso
generalizado para solucionar diversas enfermedades se ha extendido. Alguien
supo ver nuevos usos, en algo que en principio ni siquiera se pudo imaginar como útil.
No
solo, no todo está inventado, sino que de aquello que está inventado, no se
conocen todos sus posibles utilidades. Así que conviene mirar los pequeños detalles que
puedan ayudarnos a ver nuevos usos de lo conocido.