Hace unos días estaba leyendo una conferencia que había dado Randall L.
Ridd, y me encantó leer lo que él llama “La parábola de las naranjas”, porque
expresa a la perfección lo que para mí es realizar una tarea asignada. Por eso
quiero compartirla con vosotros hoy:
“Había un joven que tenía el sueño de trabajar para una empresa con mucho
prestigio que pagaba muy bien a sus trabajadores. Preparó su curriculum vitae y
tuvo varias entrevistas. Al final logró entrar en esa empresa, al principio empezando
desde abajo.
Entonces centró sus energías en conseguir su siguiente meta: conseguir un
puesto de supervisor que le daría aun mayor poder y salario. De manera que
completaba todas las tareas que le daban. Llegaba temprano algunas mañanas y se
quedaba tarde, para que el jefe viera que trabajaba jornadas largas.
Después de cinco años, quedo disponible un puesto de supervisor; pero, para
tristeza del joven, otro empleado, que llevaba trabajando para la empresa sólo
seis meses, obtuvo el puesto. El joven estaba muy enojado y fue al jefe para
exigirle una explicación.
El jefe le dijo: “Antes de responder a tus preguntas, ¿me podrías hacer un
favor?”
“Sí, claro”, dijo el empleado.
“¿Puedes ir a la tienda a comprarme unas naranjas? Las necesita mi esposa”.
El joven aceptó y fue a la tienda. Cuando regresó, el jefe le preguntó:
“¿Qué clase de naranjas compraste?”
“No sé”, respondió el joven. “Usted sólo dijo que comprara naranjas; y
éstas son naranjas. Aquí tiene”.
“¿Cuánto costaron?” preguntó el jefe.
“Bueno, no estoy seguro”, fue la respuesta. “Usted me dio treinta dólares.
Aquí está su recibo; y aquí tiene su cambio”.
“Gracias”, dijo el jefe. “Ahora, por favor, toma asiento y presta mucha
atención”.
Entonces el jefe llamó al empleado que había conseguido el ascenso y le
pidió el mismo favor. Aceptó sin reparos y fue a la tienda.
Cuando regresó, el jefe le preguntó, “¿Qué clase de naranjas compraste?”
“Bueno”, contestó, “la tienda tenía diferentes variedades: navelinas, valencia,
sanguinas, mandarinas y muchas más; y no sabía cuál de todas comprar; pero me
acordé que dijo que su esposa necesitaba las naranjas, así que la llamé. Me
dijo que iba a tener una fiesta y que iba a hacer zumo de naranja; por lo que
le pregunté al señor de la tienda cuál de todas sería la mejor para hacer zumo.
Me dijo que la naranja valencia era muy jugosa y dulce, así que ésa es la que
compre. Las dejé en su casa antes de volver a la oficina. Su esposa estaba muy
contenta”.
“¿Cuánto costaron?” preguntó el jefe.
“Bueno, ése fue otra cuestión que me planteé. No sabía cuántas comprar, así
que volví a llamar a su esposa y le pregunté a cuántas personas estaban
invitadas a la fiesta. Dijo que 20. Así que le pregunté al de la tienda cuántas
naranjas harían falta para hacer zumo para 20 personas; y eran muchas. Entonces
le pregunté si me haría un descuento por cantidad, ¡y me lo hizo! Estas
naranjas normalmente cuestan 75 centavos cada una, pero las pagué sólo a 50
centavos. Aquí tiene el cambio y el recibo”.
El jefe sonrió y le dijo: “Gracias; ya se puede retirar”.
Miró al joven que había estado escuchando la conversación. El joven se
levantó, bajó los hombros y dijo: “Entiendo lo que quiere decir”, mientras
salía desanimado de la oficina. “
¿Cuál fue la diferencia entre estos dos jóvenes a la hora de cumplir una
tarea? A los dos se les pidió que compraran naranjas, y así lo hicieron. Uno solo tenía intención de cumplir con el
puro trámite, otro quería ir más allá.
Uno de ellos es el trabajador que todos quisiéramos tener en nuestra
empresa, que todos quisiéramos tener en nuestro equipo, alguien que realiza un trabajo eficaz, que no
se centra solo en hacer lo básico, sino que realiza cada tarea del modo
eficiente. Alguien que aunque no se le haya pedido se preocupa de cada matiz,
buscando soluciones a cada pregunta que le surge a la largo de su asignación y
aún más realizándose preguntas sobre cómo realizar del modo más correcto la
tarea encomendada y consiguiendo la satisfacción de todos los agentes
implicados en la tarea aunque eso le supongo ir más allá de lo que cualquiera
realizaría. Prestar atención a los detalles cuando trabajamos se convierte en
la diferencia.